Un guerrero valora la lealtad, la verdad y el respeto tanto en el campo de batalla como fuera. Dichos valores se encuentran las 24h. del día en el él e intenta llevarlos a su máximo exponente siempre que puede; un guerrero es fiel, fuerte, listo, visceral, valiente...es todo fuego y todo hielo a la vez, emoción y calma, es todo y es nada; es un ser complejo que mantiene una lucha entre sus emociones más intensas y su parte más racional.
Pocas veces abre su corazón ya que, como bien es sabido, los sentimientos son difíciles de controlar y se convierten en un punto débil, una grieta en un muro de hormigón ya que cuando ellos se tambalean pueden hacer caer al guerrero. Pero cuando ama...ama de verdad y cae, cae porque es humano, cae porque tiene corazón, cae porque cree...tiene fe en su compañero. Sus ojos se convierten en los de él, sus palabras, gestos, miradas se vuelven una...dos cuerpos en uno, una fusión casi perfecta. Casi? Sí...el guerreo es traicionado, él pensó que su otra mitad era como él pero no era cierto...
El mundo del guerreo se tambalea porque sus emociones se han desmoronado y caen. La fuerte armadura que lleva de poco le sirve para evitar un dolor que va mucho más allá de lo físico porque el dolor del alma no tiene cura. Llora en silencio y no olvida pero perdona y sigue amando y amará hasta el final de sus días porque si un guerrero es leal en sus actos, también lo es en el amor. Llorará y sufrirá en silencio, no dormirá, entristecerá y seguirá llorando pero nunca dejará de amar porque con la misma fuerza con la que lucha es con la misma fuerza que ama.
Y ahora puedo decir que lloro y perdono pero no olvido, guardo un recuerdo sin rencor porque (te) sigo queriendo...pueden pasar días, meses, años...pero yo, la guerrera, he metido mi corazón en una cajita cubierta por mi armadura y así, seguir amándote...