¿Quién esté libre de pecado, que tire la primera piedra? por esa regla de tres, nadie debería tirar piedras porque en algún momento de nuestra vida, todos hemos pecado aunque no lo creamos o no lo veamos, lo hemos hecho. No todos los pecados son malos ni dolorosos pero no dejan de ser pecados. Queriendo o sin querer hemos sentido envidia, ira, gula, hemos actuado lujuriosamente, hemos sido avariciosas, perezosos o soberbios...pero no sólo esos siete pecados constituyen la lista, según la moralidad de cada uno y la escala de valores, se pueden borrar o agregar.
Pecar sin querer, ¿nunca os ha ocurrido? por culpa de un impulso, por ira, por rabia y lo peor, pensar en que es una victoria para tiempo después experimentar una derrota. Es como coger algo y ver que se escurre entre tus dedos aunque creas que lo estás reteniendo y ese algo, realmente te importa pero finalmente se esfuma sin más. Más tarde, no hay perdón que sirva, no hay gesto útil ni palabra que ayude a reparar todo el daño causado, no fue intencionado, pero pasó, así, sin más...no hay vuelta atrás, sólo un recuerdo amargo sin posible reconciliación. Se perdió todo: la confianza, la paciencia...intentas tener todo y esa avaricia, te hace quedarte con nada, sola...se dice que es mejor malo conocido, que bueno por conocer pero muchas veces es mejor conocer al bueno, porque no es bueno, sino que es mejor, que es lo que quieres, lo que buscas, lo que anhelas y necesitas. El malo desaparece y el bueno perece y aunque se quedé y perdone, no olvida...
Hace unos meses publiqué la entrada Quién no se arriesga no cruza la mar y pienso que tiene mucho que ver con ésta: si arriesgas puedes ser avaricioso porque quiere probar todo, tenerlo todo y si no lo haces, eres perezoso. Entonces, seguir al corazón, a los impulsos es pecado pero reflexionar también. Hagas lo que hagas acabas pecando porque el ser humano tiene la tendencia de ladearse de lado a lado pero siempre tocando los puntos contrarios, es decir, ser extremista y yo lo soy, soy de blanco o negro, visceral, impulsiva, de sangre caliente, sentimental y eso a la vez me convierte en sufridora. Sufriendo perdí a alguien que nunca me quiso y tuve la esperanza que algún día lo hiciera y sufriendo perdí a alguien que me quería y que yo no sabía que lo hacía. El resultado del vacío, de la nada...del buscar un perdón que no encuentro y una culpa propia que no conocía. La esperanza es de una vuelta atrás en el tiempo no posible y una nueva oportunidad anhelada pero desconocida.
Sí, he pecado...