Miro el reloj que cuelga de mi muñeca izquierda y las agujas de él a penas se han movido, cojo aire, cierro los ojos y parece una eternidad desde que me besaste, sonreíste y cerraste la puerta de casa. Cuelgo mi mirada de las nubes y sólo escucho el canto de los estorninos que se esparcen en el cielo al atardecer.
No sé si volverás y tampoco cuando volverás...aunque siento tus caricias sobre mi espalda como si estuvieras pasando tu mano sobre ella en este mismo instante. Fuiste efímero, casi fugaz pero demasiado dulce como para haber dejado de sentir tu sabor tan rápido.
Despertaba por la noche con tu brazo colgado de mi espalda y con tu cara enredada en mi pelo, tu respiración susurrándome al oído y tu calor abrigándome del frío de una noche de invierno. Despertabas con cara de niño y sonrisa infantil, besando mi mejilla y aferrándote a mí más fuertemente.
Sólo buenas noches y más tarde buenos días...siluetas a media luz entremezcladas que se atraían como imanes; me robaste una sonrisa para más tarde atraparme entre tus besos, me robaste una mirada para más tarde atraparme en tu piel.
Quiero que me abraces y me digas buenas noches para luego besarme y decirme buenos días una vez más...